miércoles, 7 de noviembre de 2007

- ¿Transgénicos? No,gracias

PorAurelioMartín

Desde hace años, determinadas multinacionales del sector de laalimentación 
comenzaron a propagar con insistencia que la biotecnologíagenética constituía 
la herramienta adecuada para acabar definitivamente con elproblema social y 
moral más injustificable que padece la humanidad: el hambre.Han desplegado 
un gran potencial propagandístico y publicitario para extenderel mito de que 
los cultivos modificados genéticamente eran la panacea y queoponerse a esta 
aseveración era cuestionar el avance científico y la mismaidea de progreso 
que hunde sus raíces en el siglo de las luces y en la Ilustración. Unatarea para 
la que han contado con la complicidad de importantes yvariadas instancias 
políticas.
Sin embargo, la ingeniería genética es una técnica aúnincipiente de la que 
tenemos conocimientos extremadamente limitados y cuya plena utilización,
sobre todo la comercial, pertenece más a la literatura deciencia ficción que a 
la realidad. Es más, todo lo que se está constatando a partirde su aplicación 
práctica al campo agrícola es claramente negativo. Algunos delos datos 
presentados por Amigos de la Tierra y GreenPeace son demoledores: se 
sostenía que la manipulación genética disminuiría lautilización de herbicidas y 
productos tóxicos pero en realidad se ha incrementado el usode agroquímicos 
con el inevitable aumento de la contaminación de los suelos,perdida de 
fertilidad y la desaparición de biodiversidad. Los argumentosque auguraban la 
obtención de especies de mejor calidad, más resistentes aorganismos 
perjudiciales y enfermedades, con el lógico aumento delrendimiento de las 
cosechas, son desmentidos tajantemente por la realidad:quienes incrementan 
su resistencia son los organismos y plantas dañinos para loscultivos y, en 
muchos casos, se empieza a evidenciar una disminución delrendimiento de los 
cultivos.
En lo que se refiere a la salud de las personas, pese a que nose han realizado 
muchos estudios, ambas organizaciones ecologistas señalan laaparición de 
nuevas alergias, contaminantes en los alimentos que erandesconocidos hasta 
el momento y la generación de resistencias a antibióticos enbacterias 
patógenas para el ser humano. Sobre sus efectos en relacióncon la 
disminución del hambre en el mundo, causada por unadistribución socialmente 
injusta y no por ausencia de producción, no es necesarioextenderse. Baste 
ilustrar con el dramático ejemplo de las recientes hambrunaspadecidas en 
Argentina (especialmente entre la población infantil), país enel que se cultiva la 
cuarta parte de los organismos modificados genéticamente quese producen en 
el planeta. En definitiva, los estudios más recientes, estossí realizados todos 
según el método científico, avocan a una evidencia cada vezmás difícilmente 
rebatible: los transgénicos son veneno.
Sólo el ansia desmedida por el lucro económico inmediatojustifica su 
utilización temeraria. Se trata de una dimensión más delproceso de 
industrialización y mercantilización de la agricultura mundialcon el objetivo de 
concentrarla en muy pocas manos, las de las multinacionales dela 
alimentación. La imposición de los cultivos transgénicosconlleva el 
encarecimiento de determinadas semillas, pago de patentes ytasas 
tecnológicas y la obligada utilización de determinadosagroquímicos puestos en 
el mercado por esas mismas multinacionales. Es un círculoperfecto que 
responde con claridad a la clásica cuestión "Quiprodest", y que es letal para 
la independencia y viabilidad de la agricultura campesinatradicional. Esta 
imposición se ejerce política y comercialmente, siendo el másclaro paradigma 
de esto el chantaje de los Estados Unidos a algunos de lospaíses receptores 
de su ayuda internacional poniéndoles ante la disyuntiva deaceptar 
transgénicos o verse privados de su apoyo"humanitario", pero también existe 
una imposición por la vía de los hechos a los agricultores yconsumidores de 
todas las sociedades: es imposible controlar el cruce decultivos naturales con 
los modificados genéticamente mediante la polinización,tampoco podemos 
saber qué animales se han alimentado con transgénicos, portanto no podemos 
controlar la contaminación en toda la cadena alimentaria.Querámoslo o no, 
más allá de las posibles regulaciones legales, mientrasexistan cultivos de 
transgénicos todos somos población potencialmente afectada,provocando el 
desapoderamiento del derecho de los estados a ejercer suSoberanía 
Alimentaria, la eliminación fáctica del principio de libreelección del 
consumidor que rige, en teoría, las relaciones comerciales enlas sociedades 
de libre mercado y la desaparición del derecho de los ciudadanosa la 
Seguridad Alimentaria.
En asuntos tales como la genética, que afecta nada menos quea la esencia y 
arquitectura de la vida, es una cuestión de inteligenciaaplicar el Principio de 
Precaución consagrado en la Unión Europea, yque, es sin duda, una cuestión 
de sentido común. No podemos ejercer de demiurgos o aprendicesde brujo 
en asuntos que pueden tener consecuencias catastróficas tantopara la salud 
de las personas como para el medio ambiente. Recientemente elcélebre 
economista y profesor Jeremy Rifkin -ex asesor de laadministración Clinton- 
afirmaba que la diferencia cualitativa de la experimentacióncientífica actual 
con respecto a la del siglo XIX y a la de la mayor parte delXX es que "ahora 
los riesgos de cualquier tipo, son de dimensión mundial,duración indefinida y 
consecuencias incalculables". Se ha producido, enpalabras del autor del libro 
"El siglo de la biotecnología", una democratizacióndel riesgo. Ahora toda la 
población es vulnerable. Los avances tecnológicos no puedennunca estar 
sometidos únicamente a la lógica del libre mercado, sino a larazón del bien 
común y al desarrollo sostenible, que conlleva más tiempo ymás recursos 
para la investigación pública e independiente de intereseseconómicos 
privados.

…enviado por Colaborador-Armando.

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